mardi 8 novembre 2011
la cortesia y la carne (6)
Y veo a Luis Buñuel interpretado por un bicho raro de la televisión española en el único surrealista actual, Carlos Saura. Mismo sortilegio de Torres con Quevedo, du Ulises, de Eneas... La libre traducción, la necromancia, tenida en todos lados por maldita, porque el culto por los antepasados data de la prehistoria y el paganismo, y se ve sometido a la forclusión enigmática en la virtuosidad de la literatura clásica cristiana. Eso es lo que se encuentra puesto en duda, en la manera surrealista, freudiana, de revivir en la obra de arte y dar vida a la figura.
Sí, y que saben mucho los árabes, y al mismo tiempo parece que les da igual. Escuchando sus poemas parece como si las mujeres no existieran, pero nos proporcionasen con el vino el más exquisito y divino de los placeres.
Pacheco, como nombre para un enano (en el sentido anatómico), al servicio de la Iglesia Católica, sacado de dos designaciones homónimas : el endemoniado de Sierra Morena (otro alter-ego de Potocki, con Van Worden) y en Méjico el nombre que se le da a la embriaguez específica de la marihuana.
Un pintor, ¿puede mirar cine? La pregunta me ataca con fuerza. Es que yo como pintor, puedo mirar otra obra de Arte, que no sea la de la pintura y la de lo real. Carlos Saura inventa una triple invocación, puesta a la moda por Ian Gibson, en la que junta a un poeta (de Granada), Federico García Lorca, un cineasta (Luis Buñuel), y un pintor, salvador Dalí, que para que pueda aparecer de niño y de mayor es interpretado, evidentemente, por dos actores distintos.
En la medida en que la Historia ya no existe, uno sólo puede encontrar a la Historia en el surrealismo propio al cine en tanto que Arte, y el pintor debe atravesar esa visión, en la ascesis que le llevará a la invención, y a la pintura misma. Aún cuando adopte otros oficios, es decir la poesía, y en caso de Dalí, el cine mismo.
La Noche Toledana, también es una gran metáfora. Tan bonita, qué tontería la de Aristóteles o quien fuese, de haber distinguido las metáforas de las alegorías, lo que cuenta es la música, que atraviesa por igual a los tres genios, y más de cerca al que se dedica a escribir. Porque la música, el folklor, flamenco o sufismo o de donde venga, es la que lee las palabras, siempre.
No sé, escribo esto después de pintar, una extraña pintura de final de la mañana, cuando mi horario ha sido hasta ahora nocturno para el óleo, a no ser que las citas para los retratos fueran diurnas, en general los cuadros (éste es un medio formato generoso, pero he pintado frenéticamente durante varios años formatos de metro y medio, lo cual en las dificultades que siempre he atravesado es algo heroico, junto con el placer que me ha proporcionado) yo los pintaba de noche, hasta el amanecer. Hoy he venido de mañana, he estado mirando el Otón de los Straub, una película que está sacada del texto escrupuloso de Corneille, y ello me recordaba muchas cosas diferentes : por un lado Eve, que una escena que le hice me dijo con humor, a pesar de que fue un momento de verdadera gravedad, que yo había estado haciendo "du Corneille". Pero interfiere una conversación en estos días de exposición de su fotografía reciente, en el 19 de la rue du Pont Louis Philippe, espacio dedicado a los artistas por el denostado y moribundo Partido Comunista. Una señora se nos vino diciendo que era pintora y echando pestes contra el Salón Edipo, un salón, a la manera de los salones de las grandes damas de los siglos XVIII y XIX, en este caso consagrado a la literatura psicoanalítica y a la pintura, que se abre en el salón propiamente dicho, amplio y elegante, sin excesos, tampoco, de Delia Kohen, psicoanalista y una mujer que admiro. Ni que decir que sus sarcasmos, los de la pintora frustrada en combustión, formulados como acertijos psicoanalíticos, como decir que el salón de Delia era "el síntoma de Delia" (su marido remitía a la "topología", queriendo decir que se trataba de un error en la puesta en escena de los cuadros expuestos, y otros muebles del salón, respecto a la mesa de los aperitivos y la orientación de las sillas...), me trajeron a la memoria la coincidencia con un capítulo de un libro de otro amigo, el filósofo Ignacio Gómez de Liaño, su obra de anotaciones numeradas, y agrupadas por tema, su "tractatus" como quien dice su "Etica (Spinoza)" pero que para él pretende quizá ser su Teatro de la Memoria (Bruno, Giulio Camillo, Dalí), y que se titula Iluminaciones Filosóficas. Pues me queda sonando que justamente el capítulo en el que se complementan sus reflexiones sobre el Yo, se llama El Salón de Delia. Y no transparece nunca que se hable del Salón Edipo, hasta el punto de que dudo mucho que se trate del mismo salón...
En fin, en ese sentido he pintado un cuadro muy daliniano, y al mismo tiempo un poco dadaísta, un poco gamberro, como el de una pintada o un cómic salvaje realizado por un adolescente, en el que vuelvo sobre la visión que tenía de ese salón.
Para seguir el hilo he leído a Quevedo en el autobús, creo que he dejado la ínfula o como se llame en un cierto punto: un confuso y poco claro poema medio sacro, medio satírico (inaudito, si descartamos el ya citado de Jáuregui, de momento), por el que parece oponerse a la promoción de Santa Teresa de Avila a patrona de España. Eso debiera volverme antipático a Quevedo, nuevamente, como ya lo hacían sus ataques conocidísimos (desde el "hombre a una nariz pegado" que nos enseñaban de memoria en el colegio) a alguien tan interesante como Góngora. Pero tengo el propósito de detenerme un poco en el uso de la metáfora en ese tema de alta tensión, en el que la escritura de Quevedo no puede ser sino también altamente violenta.
De otro lado he querido retomar las improvisaciones de traducción sobre los poemas sufíes en inglés comentados por Annemarie Schimmel.
Llevo tiempo también sacando ideas de las Ilumaciones de la Meca de Ibn Arabi, pero el momento aún no es propicio para escribir sobre ello.
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