Manuel Montero
La vanidad, ¿dónde está? En un universo que se multiplica o se extingue, que parece que se va a parar y que los Antiguos pensaban sin principio ni final, ¿de qué vanidad estamos hablando? Todo es social.
Estoy en el futuro, soy un autor de ciencia ficción filosófica, se dice el disidente cuando se pone a escribir, y no sabe cómo ponerle fin a la locura. Tú sabes lo que digo, tú que apenas has nacido. La vanidad, ¿dónde queda cuando se vive en el futuro?
Te doy muy poco, pero es potente.
He envenenado mis ojos con la pintura, qué mejor suicidio que la pura visión.
Sí, me dice el médico con una simpatía casi musical, es conjuntivitis. Yo ya lo sabía, yo sabía que existía un hecho físico consistente en la infección de los ojos, la extraña noche en que el cinabrio o la pura suciedad del arte me hicieron sentir dolor físico.
Lo llamaban profesor Cinabrio, lo crucificaban en los crucigramas de la Torre Eiffel, lo pensaban pero no lo decían, no lo amaban.
Se puso de moda morir, entre los viejos.
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