La guitarra y el cante gitanos
Por Abelardo Muñoz
(Reflexiones sobre un arte universal)
Escuchando el acompañamiento de guitarra de Tomatito al genio de Camarón de la Isla en “Como el agua”, se apercibe con claridad en las extraordinarias posibilidades rítmicas y expresivas de la guitarra española en el cante flamenco o gitano, superiores con mucho a los otros usos del mismo instrumento en la música popular de occidente.
Las raíces orientales, atonales, norteafricanas de la guitarra gitana, heredera de las cuerdas, bandurrias, mandolinas, balalaikas bereberes y mozárabes, se acopla en este caso al cantaor como el cauce del torrente de montaña al agua cristalina y su efecto es tan bello como eso. La guitarra se acopla a la voz del cantaor de igual a igual, la una es imposible sin el otro. Un juego dialéctico, una unidad que no funcionaría por separado. La música flamenca es eso, pero acaso el caso más fascinante es la producción primeriza del duo fromado por el potentoso cantaor Camarón de la Isla y el no menos brillante guitarrista Tomatito. Dos beats hispanos inventando la música. Cuando uno los escucha repara en que el guitarrista anima al cantaor y viceversa. Eso también forma parte del gran arte musical del pueblo gitano español, la producción colectiva, lo coros femeninos, como en las músicas africanas, del Magreb a Ciudad del Cabo.
El arte inimitable de guitarristas avezados como Tomatito, rasguea, puntea y golpea la caja en espontánea percusión. Combina de manera caprichosa, acorde con los timbres de Camarón, las notas agudas y las bajas. El arte de Camarón hace de Tomatito un guitarrista abstracto, una especie e Sostakovich gitano. Lo de ellos se convierte en arte abstracto. Sólo el guitarrista americano Jimi Hendrix podría comparárseles.
Pues la guitarra gitana planea como un halcón arrogante sobre las palomas de sus colegas del blues, el rock o el pop. Sobre todo el rollo eléctrico. La guitarra española no necesita electrificación, es un unplugged permanente. Pero todo han aprendido de ella. Comparados los monótonos acordes blueseros o roqueros del siglo XX la abstracción interminable de la guitarra gitana combinada con la fuerza de cantaores geniales como Camarón o La Perrata o los Montoya, resultan aprendices. Sólo el sitar india y su música podría llegar a ese nivel. La gitana reina sobre las étnicas africanas y árabes pese a venir de ellas, es una disciípula avanazada de las músicas primitivas. Los grandes guitarristas blueseros del pasado siglo, JJ Cale, Clapton Beck, Richards, Taylor, Mayall sólo pueden soñar con el arte picassiano de la guitarra española.
Sólo, insisto, un genio como Jimi Hendrix, que puso en el mundo del arte la guitarra fender, un artista de inaudita creatividad, puede estar a la altura.
No es casual que Miquel Barceló y Canarón de la Isla fuesen grandes amigos. El primero le dibujo un burro al disco del segundo. Esa amistad era de creatividad, jueegas, drogas y amor a los primitvo, lo sencillo, lo auténtico. Ambos amigos son aventajados discípulos de Picasso, Goya, Góngora; lo mejor del barroco español, y eso se funde con la gracia popular y el surrealismo lorcaniano. La cultura alegre y trágica de los andaluces, de los gitanos.
Ni fados, ni jotas, ni sardanas son universales; el cante sí.
Por revolucionario y subversivo ha sido dado de lado repetidamente. Ningún cantaor ni guitarrista se ha hecho rico menos los que han aceptado el show busines y los bolos del turisteo. Y es así porque esa música viene de uno de los opueblos más aoprimido de entre los pueblos oprimidos del mundo. Es la música poplar genuina y maravillosa que alegra y apena el alma a partes iguales. Que invita al baile, al compadreo y al colocón. La industria lo ha despreciado y en algunos casos lo ha tratado de decorar con la producción. Pero eso es como hacer que Picasso decorara los escaparates del Corty. Por eso Camarón para muchos de nosotros es como un santo, un defensor de los derechos de los gitanos del mundo. Un cantaor genial y un antifascista genuino cuyo ejemplo avergüenza la Europa xenófoba que nos espera. Pese a todo, el cante gitano, jamás desaparecerá, como el pueblo gitano mismo, eterno y trashumante, heroico y castigado como las estrellas del cielo que nos cubre.
Abelardo Muñoz
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