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La pintura pide reflexión, un aparato que desaparece con las nuevas tecnologías. El lugar del pintor será determinado como un va y ven de la Historia. No será lo que se entiende por artista, sino una práctica marginal y maldita, desviada.
El periodista, como realidad intensa y abstracta, se presenta a mi noción de artista y la cosa se pone interesante. Hay la manera francesa y la manera española, pero ambos son trabajos que hacen envejecer mal, al contrario que la pintura, que mantiene una filosófica juventud, que la da su ilusión de cuerpo que se hace con las manos. El periodista se convierte en el idiota que viene a interrogarte o bien que te lanza, cree él, sus dardos destructores sin conocerte de nada, sin haberte sido presentado.
Nada complace más al periodista español que hablar de sí mismo, mientras el francés pretende luchar, para él la alfombra de tu casa es un tatami. A la vez pienso en cuál de los dos es seductor o es seducido. Ambos agradan al sabio novato que los sienta a su derecha.
Ser artista y periodista, un paparazzo que se sorprende a sí mismo en las más delicadas posiciones, un adulador y un traidor a su propio y honesto trabajo, alguien que se espía a sí mismo, quizás este es el estadio crítico de la paranoïa.
Es una pena que Dalí no sea profeta en su tierra, como Cristo, porque ello hace de su pintura una misa de la modernidad.
Se puso sobre el uniforme el grado de posmoderno y se lanzó a dar órdenes en medio del tráfico.
Antifascista, anticapitalista, los prefijos se ponen por un amor platónico y una cierta suciedad.
Es preferible el amor libre y la modernidad a tener que asistir a una boda.
Transmodernidad, transexual, transido, Transilvania.
El pintor abandona su taller con alivio, todavía no ha tenido que pintar una Gorgona. El pintor escritor sabe por los periódicos que ha pintado una Gorgona. Es el caso de los pintores del Renacimiento, esa época sobre la que hoy reina un silencio sepulcral.
Pintor, dice el sabio novato, cuando sientas que trabajas baja el pincel a su frasco, ponte trementina con un chifón en las manos, y túmbate en el sofá. El paparazzo inmortaliza la escena.
La verdadera iglesia es antifamilia. Es una pena que la cadena militar la encierre en ser un vector de la política, porque podría por su consistencia no sólo ser libertaria, sino ser un mirífico destilado de modernidad.
El esperpento es un temperamento, más allá de la práctica de género, para el que llamar pan al pan y vino al vino es una cuestión de humor negro. ¿Por qué no llamarlos cuerpo A y cuerpo B, y convertirnos en filósofos?
Se llegaron a editar libros sobre el bloguero incomprendido, siglos más tarde se le recuerda en los manuales universitarios como antecedente del movimiento de pintores X.
Boris Vian, tout va bien. Pongo películas mientras la modelo posa para evitar las miserias del canturreo.
El paparazzo precede al columnista, luego es la vanguardia del periodismo. Cuando se es su propio paparazzo, es un placer extremo sentarse en el sofá a ser su propio columnista, pero en formato novela. ¿Por qué esta miga? Pues bien, porque el ojo de Orwell es uno mismo.
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lundi 26 octobre 2009
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3 commentaires:
¡Eeeeeh! He leído esto antes, negro sobre blanco, MM.
Pero firmado por mi, si no seria un caso de sonambulismo, porque no he copiado nada.
Si, estas migas andan por mi cocina, y hasta tienen torreznos!
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