I
Escribo estas líneas ebrio de victoria. Mi historia hoy se resume en pocas cosas, ocupado como estoy en el disfrute de la felicidad. No es que haya pasado mis aventuras cegado por la ininteligencia, y que no sepa nada de por qué y de qué forma llegué a mi estado, sino que he preferido olvidar. La historia, distraído por los homenajes y la fiesta, la anoto a través de lo que me va recordando Sofía, mi mujer, sentados en el salón. Todo empezó hace años en un salón más modesto, arreglando unos tulipanes para recibir a un amigo.
- ¿Qué dirá Gary Macbeth cuando sepa que estás leyendo el tarot por teléfono para sobrevivir ?
- Y además sin contrato, Sofía, y a comisión. Que diga lo que quiera, la pobreza no es ninguna vergüenza en el hombre de letras.
- Pero, el pobre, es tan amable... va a querer ayudarnos. Y lo que a mí me avergüenza es que va a querer darnos dinero.
En mi situación de entonces un poco de dinero era como un breve respiro, nunca hubiera dicho que no, ni siquiera a alguien tan formal como Gary Macbeth. Pero nuestras espectativas fueron colmadas con creces por lo que mi amigo venía a proponernos.
- Siempre he sido circunspecto contigo, Tobías, en orden a mantener nuestra relación en el plano restringido de una amistad entre escritores. Sabes muy poco de mí y no conoces a las mismas personas. Tampoco ignoras mi situación más afortunada que la tuya. No, no voy a compadecerte, sé que estáis en una momento difícil, como tanta gente. Y no sólo eso, sé perfectamente que vuestra situación es aún más insoportable en relación a las expectativas de éxito que vuestros estudios y lecturas os habían hecho esperar. Tan sólo quiero sugerir que hay maneras sencillas y dignas de subir de escalafón social. Algunas, como la proposición que voy a haceros, insospechadas y poco comunes.
Yo no veía horizontes, aparte del de la gloria secreta del malditismo, ni para mi obra, ni para mi economía. Gary Macbeth, que siempre parecía en el meollo de la cosa política, y que visiblemente conocía muchas personas en el poder, traía un mensaje confidencial del gobierno, para mí, que era el último mono en la vida cultural y que ni las bibliotecas compraban mis libros. Mucho dinero estaba destinado al proyecto en que yo había de participar, que debía mantenerse en secreto y que llevaba el nombre de Thinking.
La teoría que sustentaba este proyecto era la de que allí donde un pensamiento libre se daba, aunque no hubiese una covertura mediática, por el simple hecho de ser pensado ponía en apuros al poder. La propuesta que se me hacía era la siguiente, yo debía seguir viviendo y escribiendo como siempre, pero poniendo buen cuidado en no pensar. Se me darían todas las facilidades, y mi situación progresaría. Accedí, escéptico sobre la posibilidad de ponerle freno a mi sentido crítico. El hecho es que las pequeñas comodidades que fueron llegando, y el deseo de descanso y de tranquilidad, me facilitaron la tarea de vaciar la mente. Inercia mental y comfort se fueron reforzando el uno a la otra y la otra al uno, y es por eso por lo que no recuerdo ninguno de los libros que escribí en esos años y de los que Sofía me habla con entusiasmo y nostalgia. Ensayo, novela, poesía, cuentos para niños, parece ser que escribí de todo y que mi público era cada vez más amplio. La pobreza perdía terreno y en mi vida iban apareciendo comodidas antes inimaginables. Vacío de ideas, todo eso me parecía lento y poco satisfactorio, no obstante.
No sabía qué quería, ocupado como estaba en "no pensar".
II
Recibí la visita de un amigo de Gary Macbeth. Venía de su parte y yo había sido advertido de antemano. Hizo al llegar algunos elogios de mi talento que a mí me parecieron insípidos y convenidos. Sin embargo eran el justo prólogo de lo que venía a decirme. Al parecer el plan Thinking había sido concebido para desarrollarse en varias fases, y la fase crítica venía ahora. Haciendo honor al nombre del plan, esta segunda fase era inversa a la primera. Se trataba de poner al poder en apuros deliberadamente, y con el conocimiento de causa de alguien como yo que durante años se había abstenido de pensar.
- Sé que ha perdido usted mucho filo, que solamente piensa desde hace años perogrulladas (mi orgullo, que hasta entonces estaba dormido, sintió una punzada). Todo eso ha sido muy útil al gobierno, pero nuestro plan tiene ambiciones más amplias que el bienestar de un gobierno, nosotros trabajamos la Historia a largo plazo, y usted es una persona capaz de ayudarnos.
Aparentemente usted no ha pensado libremente estos últimos años, continuaba mi invitado, indifirente a mi estupor, pero sus pensamientos libres, soterradamente, han podido madurar y afinarse gracias a ello. Le pedimos ahora que piense sin restricción. Ni siquiera le pedimos lealtad para con nosotros, porque una de las cosas que usted conoce peor es quiénes somos realmente.
Un pánico a pensar me sobrevino, me había acostumbrado a desconfiar de mis intuiciones, si puedo expresar así esta paradoja, esta pescadilla que se muerde la cola a la que había llegado. Había aprendido a arrasar con ramplonerías, maquilladas de cierta cultura, cualquier posible originalidad que surgiera en mi trabajo. Ahora un miedo a la libertad, una sensación de peligro en mi trabajo de escritor me paralizó frente a la máquina de escribir, cuando mi invitado ya se había ido.
Me resistía a hacer lo que se me pedía. Entre otras cosas porque la incitación a la rebeldía, viniendo del poder, era una "contradictio in terminis".
La solución más fácil en apariencia era inspirarme de los malditos, los rebeldes y los anarquistas. Esos estaban contra el poder, contra la burguesía, o sea que deberían ser libres.
Me di cuenta de que para pensar con vigor, o si se puede decir, con rabia, debía renunciar a algunas de las pequeñas comodidades que había ganado. Sofía y yo empezamos a prescindir de lujos y a ser impopulares por mis salidas de tono. Incluso se extendió la imagen según la cual yo era "cutre". Eso no impedía que los insatisfechos y los inquietos entre los jóvenes me prestaran oído. A veces incluso me dedicaba, según la estricta disciplina del plan Thinking, a pensar exclusivamente para mí mismo. Los pensamientos radicales afloraban con sólo mirar a la cara el poder, desde mi pobreza recuperada de entonces.
Desde su sillón, Sofía me lee trozos de los escritos que produje en esa época. También había olvidado todo eso.
- Cómo ayudaste a tantos activistas con esta frase, me dice Sofía, "la soledad es una ilusión".
- Ya, le digo yo, pero eso venía después de una frase sobre el café...
- Sí : "El aprendizaje del café es siempre solitario, incluso para un camarero", pero con eso, cariño, te acercabas al sentir cotidiano, a la tragedia del día a día, y eso es lo genial.
Al hilo de esos aforismos, se me ocurre que lo que pasó después estaba ya ahí.
III
Me di cuenta de que la cabeza del plan Thinking era yo mismo. Esas órdenes y contraórdenes eran la expresión de la precariedad del mundo. Mis amigos en las altas esferas, que parecían exigirme fidelidad al gobierno, en realidad eran seres desesperados que no encontraban el sentido a sus vidas y que acudían a mí para sanarse. Desde hace tiempo los gobiernos del mundo buscaban una razón para existir. Yo mismo decidí cuál sería la tercera fase. Daría mi visto bueno a la realidad, haría las paces con mis semejantes.
- Ah, Tobías, era normal hacerse mayor. ¿Por qué sufriste tanto? ¿Porque fue una claudicación sin contrapartidas? Quiero decir, esa segunda vez nuestra situación económica no mejoró. Dejaste de tener rabia pero te invadió la tristeza, ¿te acuerdas?
- Eso que llamas tristeza yo lo veía como un monstruo con el que tenía que luchar cada vez que me levantaba por la mañana. Era mi propia vejez, que se acercaba, pero para mí ese monstruo tenía un nombre, y el nombre era "Silencio".
- ¿Qué quieres decir?
- Que la cabeza del plan Thinking debía callarse.
- Ya empiezas otra vez...
Sofía se levanta a abrir la puerta, la oigo recibir a nuestro invitado, alborozada. Viene con un niño. Nuestro invitado es su padre. Me dice que su hijo es el primero de su clase y que se interesa mucho en los libros. Yo le aconsejo que lea el Lazarillo de Tormes.
- ¿Recuerda usted que se le pagaría por su trabajo?
- He cambiado de idea, soy feliz, le respondo a mi invitado, el único trabajo digno es el que no se nos paga, vencer el silencio. El autor del Lazarillo lo sabía, por eso se lo recomiendo a tu hijo. El silencio, como el ruido, como la guerra, vienen del miedo. Lo encuentro en toda la realidad, en la educación de los niños, en la mentira de los medios de comunicación, y es imposible luchar con él, es como el Minotauro, que solo se vence "siguiendo el hilo". La escritura ha ocupado toda mi vida, y acabamos de hablar de ello Sofía y yo. Si te he invitado a venir una última vez es para pedirte que trabajes para mí, que pienses por ti mismo, porque si no lo haces tú, lo hará tu hijo.
lundi 14 septembre 2009
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4 commentaires:
Manuel, he leído “Las Fases de mi Plan” en el Boomerang y no te reconocí hasta llegar a la firma; pero lo leí hasta el final!
Lo tengo que leer de nuevo y sacar la lección que ahora medio percibo por haber leído de prisa.
MM qué bella parábola y que escritura tan buena, tan clistalina. Gracias por ofrecer generosamente este cuento. Estoy hasta el c... de trabajo, pero creo que leeré lo siguiente antes de ponerme a ello. ¿Cómo es que Chiqui lo ha leído en el Boomerang? Yo apenas logro leer nada ionteresangte allí: soy tan torpe, pobre. Mais, écoutez, vous êtes extraordinaire! Et moi, trés simple: je devrais avoir su ça de la première fois que je suis entrée dans votre journal éléctronique...
Aunque, los gobiernos del mundo no creo que busquen una razón para existir, teniendo ellos tantas: dinero, poder, seres humanos a su disposición, la impresión de tocar a Dios; "Dios" ellos mismos... ¿Ha leído usted, MM, "El palacio de los sueños", de Ismaíl Kadaré? No tiene mucho que ver pero he asociado algo; en fin, la mente humana, que no para, ¿no es así?
En realidad el género sapiencial, querida Elvi, cuando se le coge el tranquillo, como se decia en Granada...
Leo libros viejos; pero mi novia si sabe quién es Kadaré, ya le pediré mas precisiones...
Lo del Boomerang, eh... bueno, se lo tiene que explicar Chiqui. Por cierto que el estilo de Félix de Azùa es de lo màs pegadizo, si se puede decir asi. Lo lei en el Liceo Espanol de Paris, cursando COU, y no se me ha quitado el resabio.
Pero sobre todo no me diga, Elvi, que usted es muy simple, que no es para tanto, y que tiene usted estudios mas serios que los mios (todo con alfileres, en la facu)...
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