dimanche 28 août 2011

gota a gota


En la sima monstruosa del fregadero

donde los restos de estos días se pudren y se secan

me quedo absorto y soy despedazado

pues la tauromaquia de Orfeo ha terminado gota a gota

su sangre cenicienta, su calcinada humedad y su anodino acero.

Veo los alimentos ya inútiles, mi desidia y mi tristeza.

Veo los ángeles que se pliegan el la palma de la mano del profeta.

Los sonidos matinales, ahogados, como soterrados disparates

se infiltran en el aire rancio ahora ya vacío de libros

donde mi estudio condujo a ser columna de humo,

ya que el fuego de Dios no conozco, y la mala hierba humana yo consumo.

No temo, no siento, no desespero,

tan sólo soporto mi escuálido cuerpo. Mis manchas

de salsa con la uña del dedo las arreglé, hacía tantos días

que decoraban con su sordo horror la envoltura de mi cuerpo.

Mi camisa es blanca, del amor la única inocencia

de la raza masculina es la blanca tinta y el árbol del cuerpo.

Mi cuerpo, el precio del tiempo, que entrego por limosna a la locura,

y que me pide el beso de la araña roja de tu boca, la dislocación

de tus ojos de orgasmo, que esperan aún

en el aluminio esplendente de una perdida mirada de porcelana.

Vendrás con un aire incomprensible, acompañada de presencias,

ése será el futuro irreversible del rápido coito de Orfeo,

el descenso en la profunda cama de una tumba,

la amistad que sólo es sutil entre pavesas de justicia,

pues así llamo a tus dos brazos, dos amigos a mi lado,

las manijas de las lágrimas calientes en la funda salomónica de tu pubis,

la paradoja de un triángulo de deseo, la jalea de Venus, en eso pienso

cuando miro el fregadero, el pitillo suspendido es la hoja

del otoño, y siempre estuvo la nieve excitada en el trópico

de la puerta de mis dientes que caen como granos de azúcar.

Imagino que Euridice murió, tan sólo un dato apenas escrito,

si se puede así llamar al grito del átomo en mi alma vacía,

abrí la puerta, entré dentro, consumí las horas

ensucié las tazas y los platos, terminé el tabaco.

En pocos minutos como un ladrón despojé mi casa,

primero en maletas, un día, quizá el mismo

intento, en bolsas rotas y oscuras, inflamado

y cruel de actividad hice llamadas,

fui a otros lugares, mis libros están lejos, ahora que regreso

está la espera de encontrar tu alma en el Infierno

y una escalera donde el vértigo aconseja no perder tu recuerdo.

...

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