vendredi 6 novembre 2009

alain 50 x 65

Cuando empiezo a comprender, está ya muy avanzada la noche. El extraño papel de 50 x 65 cm es lo único que he encontrado para escribir en el taller. Buscaba frases en inglés para poner en un collage y lo hacía leyendo las memorias de Karen Moller. Encontré un análisis fino de la decadencia del movimiento beatnik, con ese acabado optimista propio a la gente de América. Fue una lección para mí, pero además me encontré una clave para entrar en la obra actual de Alain Arias-Misson, que está a caballo entre esa época y la nuestra, y que permite oir cantar a los cisnes de los 60. Todos esos artistas transgresores estaban abrigados por una sociedad que ponía en ellos todas sus esperanzas. Así, un recital que hoy sería sulfuroso, presentándose como una parodia de la Ultima Cena en la que los poetas leían sus poemas drogados resultaba ser un éxito electrizante. En ese sentido, la performance de Alain (que también alude a la Ultima Cena) y que tiene algo de la tristeza burlesca de Charlot, resulta una visión del siglo XX en la distancia de una sociedad donde la transgresión ya no tiene sentido. ¿Qué significan, pues, sus novelas, por un lado, y esas jaulas obsesivas en las que figurillas de plexiglás ponen en escena una onírica sexualidad? La decoración de herbario que portan las jaulas, con mariposas y flores secas, indican que esas jaulas están hechas no sólo como una reclusión sino como una protección, gracias a ellas es posible el espacio sexual. El cuerpo protege al alma en la tempestad del espíritu. Cada artista maldito es una bala más en la ruleta rusa del místico. Vivimos una época culpable, la época de la transgresión era una última forma de inocencia.
Ignacio Gómez de Liaño, aparte de emparentar las doce sillas acarreadas por Alain en la performance con la obra teatral de Ionesco, me llamó la atención y también a Alain, sobre una falta gramatical en una frase latina en el interior de una de las cajas. No hace mucho yo corregí mi propio latín tecleando mi frase en internet, ellos no están en esas nuevas rutinas. Es una poesía donde se acaba de amar con el corazón y se empieza a amar visceralmente, con las tripas. Uno se vuelve sensible al menor gesto de desaprobación, uno interroga con insistencia. ¿No miramos todo a través de una celosía?
Ningún mejor cicerone que el libro de Karen y el de Alain, pero qué dolor de leer cuando la belleza de todos esos edificios poéticos nos hace percibir nuestra propia fragilidad. Una de mis primeras novias, con la que conviví y compartí muchos excesos, había sido esterilizada por las monjas en el manicomio, solamente he sido padre una vez, con una artista que ya es parte del pasado, aunque mantengamos el contacto. Esas jaulas resguardan la frivolidad profunda de una pasión, de una colección de pasiones, como cuando nos sentimos aludidos por una canción. "Give me a reason to love you", dice la canción en la radio y yo lloro porque el amor es una herida por la que se escapa nuestra energía vital, y se reintegra al universo. Ese único consuelo te queda, cariño, que el universo tendrá mi sangre. Es de noche y yo siempre acabo hablando de amor, soy una flor decadente que se derrama en el espejo.

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