lundi 2 mars 2009

Sobre D.

He comprobado que no son las mismas cosas las que escribo en español que en francés. También he notado que lo escrito a mano en un cuaderno no pertenece al mismo mundo o nebulosa que lo que se escribe, por muy literario que sea o intenso, en el ordenador. Sin llegar al extremo de intentar saber si hay espíritu literario en los intercambios de comentarios en los blogs literarios. He visto que también les pasa a otros de mi generación. Una escritora algo más joven que yo, pero que recibe ya los primeros frutos de su talento, y que llamaré D., me puso al día, en un tono a la vez mundano y de valiosa brevedad, de la distinción entre sus novelas, redactadas a bolígrafo o lápiz en un cuaderno, y su actividad de crítica literaria y cultural, al ordenador, sobre su blog y varias revistas virtuales. Aunque se reconoce un estilo en unas y otras creaciones, se siente el movimiento de piano, de estar frente a una partitura, en lo escrito al ordenador. Piano o clavecín, como ustedes quieran, lleno de ímpetu, incluso. Yo mismo me dirigo a ustedes por ordenador, y no dejo por tanto de estar diciendo algo, de estar cometiendo literatura, suceptible de ser leída como tal. Pero cuando escribo al teclado no estoy sólo conmigo, estoy con ustedes. Hoy en día es más desgraciada la escritura en papel, en su vejez y su abandono resultante. La escritura taquicardiaca del ordenador es joven y nos emociona instantáneamente, como la visión de una chiquilla que conmienza a abrirse a la sensualidad.

Le escribo comentarios en su blog, con frecuencia, a D. Y sus respuestas se hacen esperar, aunque luego son cortadas al milímetro sobre mi talla. En cierta medida puedo hacerles partícipes del detalle ya que cuando me salgo del ámbito francés para dirigirme a un público español es como si abriera una compuerta secreta por donde desaparezco, para los medios parisinos. Es muy emocionante conocer a escritores de la juventud de D., porque se puede percibir esa estructura compleja y sinfónica de la lectura en línea. Uno puede tomar nota en una pantalla de como un escritor lee a otro escritor de su edad. Una gama que se desarrolla en el tiempo nos hace pasar por una suerte de ciclo. La formación del nuevo escritor se hace por la palabra escrita en las pantallas de los ordenadores, allí se encuentran las señales de salida de sus sucesivas metamorfosis. La experiencia del libro impreso, en tanto experiencia física es como una actividad fisiológica que no estamos forzados a nombrar sino a nuestro médico o a nuestro diario íntimo.

Tuve la suerte de conocer por un tiempo el diario íntimo de D. Y ello fue posible porque se podía seguir en directo, previo pago en la inscripción, al estar escrito sobre un blog. Desconozco la comunidad de los lectores de ese diario íntimo, aunque tengo pistas sobre algunos. Las tres veces en que he visto a D. he tenido muy en mente que vivo felizmente en pareja, y que no quiero convertirme en un desgraciado. Cuando leía su diario íntimo lo hacía desde la amistad entre la escritora y el pintor contraída en esos encuentros y anteriormente por los intercambios de comentarios en la blogosfera. Creo que ciertos productos de la escritura efímera terminarán siendo solicitados para el mundo fisiológico del libro.

Basta de dar pistas, me digo. De todas formas yo me entrego en el acto de prostitución de la escritura efímera, pero para qué entrar en detalles... La del cuaderno había sido siempre onanista, mientras los internautas se acusaban unos a otros de la invalidante falta del narcisismo. En nuestro aprendizaje de papel somos diferentes de D. Ella nunca se regalaría un libro por placer. Los libros son estrictas transacciones con la naturaleza. Hay una apatía que caracteriza al humano en tanto animal perverso. Desde niño ha sido expulsado del orden natural. La de D. es la humanidad que nosotros hemos perdido, insinceros al piano y concupiscentes del libro. Pero me estoy perdiendo, hay un principio y un fin para todo texto, en la sucesión de descargas del teclado. Ya sé que es interesante la prosa poética pero mucha gente la hace, ustedes la pueden encontrar por todas partes, mi función aquí es otra.

Mi función es despertar interés, ya que no existe el contexto objetual del libro, Contarles que D, va a publicar su primera novela que llamaré A. Y cerrar evocando mi lectura de América de Kafka en una convalecencia psiquiátrica, totalmente atontado y cómo para mí el libro de Kafka era una promesa de una nueva existencia. El objeto era de una digna fealdad, sin defectos, un libro anónimo, "América, por Franz Kafka¨. Empezaba en un camarote, seguía con un ascensor y un piano subiendo una escalera y terminaba sin terminar, en un circo. Por supuesto lo interesante era qué daría eso en pintura, y, aún más, aplicado a la vida. La pintura hacía la transición con la vida, ya un poco manual, un poco viscosa. La tinta vieja, cuando está un poco evaporada, y no se le ha mezclado agua, es, antes de secarse completamente y ponerse dura, una pasta viscosa.

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