Volvamos a la mística persa, a Hafiz, o ahora a Rumi :
Fue alegre ese instante, tú y yo nos sentamos, diferentes por la forma de las manos, los ojos distintos y cada rostro que tenemos
Pero tenemos el mismo fondo, los colores del parque
y los jilgueros de otros tiempos a nuestro alrededor, el canto de las flores anuncia nuestra inmortalidad.
A esa hora iremos juntos al parque, fuego negro, silencio del día... las estrellas del cielo vendrán a mirarnos.
Les enseñaremos el eterno femenino de la Luna, y su luz, tú y yo.
Los dos, liberados el uno del otro y de nosotros mismos, estaremos unidos en el gozo, el éxtasis alegre donde ninguna palabra está de sobra.
Los pájaros celestiales tendrán envidia del suelo que nuestros cuerpos vuelven remolino caliente del otoño, porcelana cruda en la cantera será pura la envidia del ángel.
¡Cómo vamos a reirnos los dos, en ese sitio, tan a gusto! Pero el colmo es que en un mismo nido de amor, tu cuerpo está al otro lado de una maraña de fronteras y de barreras. Y el mío solitario es el testigo mudo e inconsciente de mi serenata culpable.
¿Eres tú aquel amor que olvidó su ropa en mi habitación? Cuando no sé que hacer me visto de ti y mi imagen en los espejos es un pájaro mágico y me parece oir cantar.
Al primer golpe de tambor de mi insomnio, la mañana se llenó de la luna.
Ella bajaba del cielo y me miraba altiva como una vampiresa que va a yugularme con un beso fatal.
Algo debía tener la luna para atraerme así, y subirme con ella a la intensidad del espacio.
dimanche 16 décembre 2012
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